Fanfic 1: En Nombre de la Heredera


En Nombre de la Heredera

Título: En Nombre de la Heredera.
Autores: Saizoh y Miko86.
Clase: Fanfiction.
Serie: Kannazuki no Miko.
Pareja: Chikane X Himeko.
Extensión: 1 Capítulo.
Idioma: Castellano.

En Nombre de la Heredera

Hacía no tanto tiempo, en un reino no tan lejano de nuestro mundo, una princesa, Himemiya Chikane, jugaba con otros niños de su edad en las canchas y en las pistas de patinaje en sus tiempos libres. ¿Una heredera al trono mezclándose con chiquillos de todos los estratos sociales y sin guardias que la vigilasen cuando salía del complejo de palacios y castillos que era su hogar? Sí, porque en Izumo, desde la época de los bisabuelos de Chikane, el reino vivía en una época de paz ininterrumpida hasta el momento y, los actuales reyes, sus padres, creían en la filosofía de que los herederos debían embarrarse un poco desde la más tierna infancia porque, de otro modo, muy poco podrían saber de la situación de su propio reino o de los reinos vecinos del continente entero… y, por ende, no sabrían gobernar como se debía. A Chikane le encantaban los deportes, las artes y la música. Nunca estaba mucho tiempo quieta, salvo cuando tenía que llevarse horas estudiando para sus exámenes reales y escolares regulares. Destacaba sobre todo jugando al tenis, escribiendo poesía y tocando el piano.

Hace 10 años…

Chikane estaba tocando el piano, con los ojos cerrados, en una de las habitaciones de la iglesia. Su sexto sentido le hizo notar una presencia en la habitación. Suspiró disimuladamente. Estaba completamente segura de que se trataba de esa hermosa chica que siempre la espiaba, ya fuera mientras tocaba el piano o mientras se dedicaba a alguna de sus otras aficiones. Abrió un ojo y vio que esa chica se encontraba detrás de una de las columnas de concreto. Volvió a cerrar el ojo y siguió tocando el piano antes de tomar la decisión de detenerse y hablar.

– ¿Te gustaría probar a tocar el piano conmigo? – Preguntó con suavidad, pero no obtuvo respuesta– Sé que estás ahí. –suspiró.

– Etto… ¿cómo sabías que estaba aquí? –cuestionó asombrada, pues pensó que se había ocultado bien– ¿Cómo pudiste verme si tenías los ojos cerrados?

– Porque no es la primera vez que me espías. Sé que siempre vienes a verme tocar. –la niña se sonrojó, avergonzada– Vamos, ven, acércate. No te voy a morder.

La dulce y tímida niña dudó unos momentos pese a que la princesa de Izumo le extendió la mano y le ofrecía, además, una sonrisa sincera. La rubia se acercó sin decir nada y, cuando estuvo al lado de Chikane, ésta la agarró de la cintura con suavidad y la hizo sentarse bastante pegada a ella misma. Ambas empezaron, o, mejor dicho, sólo Chikane tocaba con maestría mientras que los dedos de la otra chica eran dirigidos por la otra apretando las teclas del instrumento. Cuando terminaron la tonada, la chica de mirada lavanda se puso en pie, hizo una reverencia y estaba por marcharse cuando la princesa la asió del brazo.

– Creo que ya sabes quién soy yo, así que ¿no crees que sería justo que yo supiera tu nombre?

– Sí… Sé quién es usted, su alteza… –se calló por unos segundos– Me llamo Kurusugawa Himeko.

– Himeko… –susurró su nombre, provocando un sonrojo en la chica– ¿Por qué me estuviste espiando todo este tiempo? ¿Me espías porque soy de la realeza? –le preguntó la princesa sin dejar su tono de voz y miradas amables, pero Himeko abrió grande los párpados y empezó a temblar– No me tengas miedo. Independientemente de tu respuesta no me voy a molestar ni mucho menos a enojar. –sonrió con candidez. La chiquilla empezó a lagrimear y a sonrojarse (más de lo que ya estaba)– ¿Hi…meko? –fue ahí cuando la princesa aflojó el agarre del brazo de la otra y ésta aprovechó para escaparse– ¡Espera, Himeko! ¡No te vayas…!

Himeko resultó ser demasiado rápida, aunque algo torpe, pues tropezaba con frecuencia. Ya estaba a diez metros por delante de la princesa en el umbral de la iglesia cuando, de repente, se volteó y miró fijamente a la peli azul que corría tras ella.

– ¡Discúlpeme, su alteza… pero me gusta mucho! ¡No sé cómo explicarlo, pero siento que la amo, princesa Chikane! –gritó con todas sus fuerzas.
Tras esa declaración expuesta a los cuatro vientos, la rubia se fue corriendo y dejando a una muy sorprendida heredera que se había detenido cuando Himeko empezó a gritarle su confesión.

– Himeko… –murmuró el nombre de la chiquilla mientras hacía un puño sobre su pecho.

En la actualidad en Izumo

Chikane tocaba el piano aquella madrugada en su casona ubicada en la periferia del complejo de palacios, pero despacio para no despertar a su esposa, quien dormía en el dormitorio contiguo. Habían hecho el amor apasionadamente dos veces en ese día: una, a la tarde apenas llegaron a su casa tras cumplir con sus deberes del día, y otra a la noche. Sonrió ante los recuerdos de lo acontecido hasta hacía muy poco, pero éstos fueron interrumpidos cuando escuchó el pitido que anunciaba que alguien quería comunicarse con ella. Suspiró antes de apretar un botón rojo sobre la pared de la sala y se proyectó el holograma de una de las guardianas de los palacios: Saotome Makoto.

– Su alteza, disculpe que la llame a estas horas, pero los reyes en persona me ordenaron que le informe que su última prueba se adelantó para el mediodía de hoy.

– ¿Sucedió algo en especial para que se tomara esa decisión? –preguntó visiblemente cansada.

– Sí, se rumorea algo extraño que viene más allá de nuestro continente y del otro lado del océano… Algunos hablan de guerreros mecanizados con poderes de magia demoníaca…

– Está bien. Gracias, Saotome. Hazle saber a los reyes que acudiré a la cita.

– ¿Está segura, su alteza? Puede ser peligroso.

– Por supuesto que estoy segura. –cortó la comunicación tras la reverencia que le hizo la guardiana.

Chikane se quedó mirando fijamente al frente y exhaló. Su mirada se volvió decidida. No había marcha atrás, Makoto entregaría el informe a los reyes y ella se presentaría, lo antes posible, a la prueba de la sangre azul, el último examen para volverse regente de Izumo. Unos brazos muy cálidos y bien conocidos por la princesa, rodearon su estrecha cintura. Sonrió al sentir un suave beso en su mejilla y un peso muy agradable.

Hace 5 años

La princesa Chikane se encontraba absorta en sus pensamientos en su habitación. La habían preparado para la cena de compromiso, donde le presentarían a la persona elegida para gobernar, en un futuro, junto a ella. Exhaló. No había logrado quitarse de la cabeza a la chiquilla que conoció aquel día mientras tocaba el piano en la iglesia. Cerró los ojos. Tras haberle confesado su amor, no volvió a verla más. Desde aquel día, se dedicó a buscarla, pero era como si se la hubiese tragado la tierra. Unos golpes en la puerta la alertaron de que el momento había llegado y debía bajar para conocer a su futuro marido o futura esposa. De nuevo, unos golpes resonaron en la habitación y se decidió a poner fin a la tortura. Al abrir la puerta, una joven rubia de mirada lavanda, se encontraba allí, frente a ella. ¿Sería un espejismo?

– Su alteza… –hizo una leve reverencia– Siento molestarla, pero…

– Himeko… –susurró y la chica la miró sorprendida.

– ¿Us…usted me…me recuerda, su alteza? –tartamudeó.

– Jamás podría olvidarme del amor de mi vida. –sonrió– Te he estado buscando durante mucho tiempo, Himeko… –acarició su mejilla antes de tomarla de la mano y hacerla entrar a sus aposentos– ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿No querías estar conmigo? –preguntó con tristeza, bajando la mirada.

– ¿Qué? ¡No! Digo, bueno, sí… pero no se trata de eso, su alteza. – Acarició sus manos, que no la habían soltado– Lamentablemente mi padre me escuchó gritarle que la amaba aquel día hace ya tanto tiempo y me dijo que eso no era normal así que me encerró después de haber castigado mi cuerpo… –susurró bajito.

– ¿Qué? En Izumo no permitimos que vivan personas como él. –dijo enfurecida– Recibirá su castigo por haberte maltratado, Himeko. –la rubia negó frenéticamente.

– No, su alteza. Él murió la semana pasada. Es por eso que hoy estoy aquí: él era un antiguo noble venido a menos y por eso logré entrar tan fácil en el castillo. Supe de su compromiso… –habló decaída– Sólo quería verla una última vez antes de marcharme. No puedo quedarme a ver cómo contrae matrimonio con alguien más.

–¿A dónde vas a ir? Iré contigo. No pienso separarme de ti, Himeko. –habló decidida– Vámonos de aquí. –la tomó de la mano y la jaló por un pasadizo secreto.

–  Chikane-chan, ¿a dónde vamos? –la peli azul sonrió al escuchar que la rubia la llamaba así.

– Es una sorpresa. –dijo mientras apretaba sus manos.

Luego…

Abandonaron el castillo y corrieron hasta la cuadra donde se encontraba el caballo de Chikane. Le puso la montura y ayudó a Himeko a subir. Después lo hizo ella. Cabalgaron, al menos, por media hora. Llegaron a una casa que parecía estar abandonada. Chikane bajó primero de su caballo y luego ayudó a Himeko a hacer lo mismo. La peli azul ató a su caballo a un tronco y tomó a la rubia de la mano para entre en la casa. La de mirada lavanda se agarró con fuerzas al brazo de la oji azul. Tenía miedo. Mucho miedo.

– No tengas miedo, Himeko. Esta casa pertenece a la familia Himemiya. –la rubia abrió los ojos en sorpresa– Ven, vayamos a encender la chimenea. Hace algo de frío.

– ¿Por qué hemos venido hasta aquí, Chikane-chan? –preguntó suave mientras se sentaba junto al fuego y frente a la peli azul.

–  Himeko. –tomó su mano– Desde aquel día en el que me confesaste tu amor, no pude sacarte de mi cabeza. Te he traído hasta aquí porque yo no deseo casarme con quien hayan decidido que sea. Mi único deseo es permanecer a tu lado y tú al mío. De alguna manera, me enamoré de ti, Himeko. –se movió para estar más cerca de ella– Himeko… –acarició su mejilla– Yo tampoco sabría cómo explicarlo, pero te amo, Kurusugawa Himeko. –la oji lavanda comenzó a llorar– ¿Himeko?

– Te amo, Chikane-chan. –acortó la distancia y la besó con delicadeza.

– Quiero ser completamente tuya, Himeko.

– Y yo tuya, Chikane-chan.

Muy lentamente, sus rostros volvieron a acercarse, primero se besaron con timidez, pero el beso rápidamente se tornó pasional, provocando que sus manos acariciaran el cuerpo de la otra. Se desvistieron con avidez y se entregaron por entero la una a la otra. Sin darse cuenta, la luna les dio su bendición, pues una luz emanó de sus cuerpos desnudos. Cuando despertaron, Chikane tomó el anillo que descansaba en su dedo y lo separó, dándole a Himeko la parte que correspondía a la luna y ella se quedó con el sol. Al unirlos, dentro de la esfera solar, quedaba la luna. Al separarlos, luna y sol protegían a quienes portaran los anillos. Himeko se sonrojó. Volvieron a palacio donde todos estaban buscando a la princesa. Entraron por el pasadizo nuevamente y bajaron a la fiesta. Todos los presentes se relajaron al ver a la princesa de Izumo sana y salva, pero también se sorprendieron al verla tomada de la mano de una extraña y, más aún, que llevara el anillo lunar puesto.

– Buenas noches. Lamento haberlos preocupado, pero necesitaba solucionar algunas cuestiones. Quiero agradecerles que hayan venido esta noche a mi fiesta de compromiso. Me complace anunciarles, yo misma, que me casaré con esta hermosa mujer que tengo a mi lado, Kurusugawa Himeko. Ella es tan mía como yo lo soy de ella. –se volteó hacia la chica, quien estaba roja a más no poder– Te amo, mi princesa Himeko. –le dio un tierno beso en la mano– ¿Te casarás conmigo?

– Te amo, Chikane-chan. Y, por supuesto que me casaré contigo. –le respondió con una preciosa sonrisa.

– ¡Un momento! – La que habló era la reina, Kaon. – Te reconozco: sos la hija del recientemente fallecido vizconde Kurusugawa el que no tenía las mejores referencias… Y aunque noto que vuestro amor es auténtico sería algo apresurado que yo les diera del todo mi bendición. Muy bien, Chikane, ya estás comprometida con Himeko pues siempre noté que te notabas incómoda en muy mal sentido con tu pretendiente Oogami Souma… Chikane, espero que seas feliz junto a Himeko… Sólo deseo que cada una ponga de tu parte para que esta escena cursi no se vuelva después una mera parodia de amor…

– Madre… – Chikane hizo una reverencia y fue imitada por Himeko. – Ya puedes contar con eso.

En la actualidad

– Himeko… –susurró antes de volverse y besar tiernamente a su esposa en los labios– Te amo. Eres el amor de mi vida. –el brillo que apareció en la mirada lavanda hizo a la peli azul sentirse realmente dichosa.

Himeko volvió a besar a su esposa antes de separarse de ella. Había escuchado parte de la conversación, así que era consciente de que Chikane debía prepararse para el examen. Ella también se preparó para asistir, aunque sería una simple espectadora.

En el castillo principal de Izumo.

La prueba o examen de la sangre azul consistía en que, el aspirante a rey o a reina, debía entrar en un trance onírico inducido por cuatro hechiceros altamente especializados. Todo esto debía hacerse en el salón real mientras Chikane, en posición zen, vestía un vestido de sacerdotisa color morado y blanco mientras a unos metros y, rodeándola, los sumos sacerdotes-hechiceros, dirigidos por Oogami Kazuki, iniciaban la prueba. El objetivo de este examen era que la princesa tenía que enfrentar y derrotar sus más profundos miedos… Si lo lograba por unos minutos, su sangre pasaría de ser roja a azul. De ahí provenía el nombre del examen…

Ya en el sueño inducido a Chikane…

Chikane, vestida con su Hakama y armada con una gran espada, caminaba con firmeza siguiendo el tintineo que producían las joyas de magatana. La princesa siguió caminando al mismo ritmo por entre la espesa neblina, siempre siguiendo el tintineo de las joyas, hasta que llegó al umbral de un gran portón enrejado de color platinado. Chikane lo abrió, aunque no sin un esfuerzo considerable, y siguió su travesía sin mayor novedad, pero no por mucho tiempo. Un gigantesco monstruo mecánico inclinado hacia adelante con un puño y una rodilla sobre el piso neblinoso, estaba frente a ella. La heredera notó que las magatama seguían tintineando sobre la mano abierta del monstruo de metal. Cuando intentó agarrar el collar formado por las joyas, alguien le advirtió que se apartara de las mismas.

– ¡Apártate!

– ¿Souma?

Chikane lo reconoció por la voz, ya que el joven estaba con una máscara puesta y sostenía una espada. Miró bien y entonces notó que detrás de la sombra de Souma, estaba Himeko vestida con otro hakama rojo y blanco, atrapada en una gigantesca telaraña y en una pose en la que parecía que estuviera crucificada.

– Esas joyas sólo tenían el propósito de atraerte más rápido hacia acá y no sirven para mucho más. Mi Amo Orochi estará muy contento conmigo por haber conseguido que vinieras… –el castaño sonrió tras la máscara– …y yo conseguiré lo que me prometió. Seré el nuevo monarca de un nuevo y pujante imperio… –apuntó hacia el gigante metálico– Y creo que no hace falta que mencione a quién elegí como a mi emperatriz…

Chikane le dio una mirada de disgusto a aquel joven al insinuar que su esposa sería su propia prometida. Chikane bien sabía que todo esto era sólo una ilusión que reflejaba sus mayores miedos y, por eso, no ocultó su desagrado y retó a Souma a un duelo de espadas.

– Muy bien, pero ya sabes que nuestra Himeko, siendo tan tierna y sensual, es toda una rompecorazones… Makoto también intentó conquistarla, pero Himeko sólo tenía ojos para vos… ¡Ah, qué dulce tortura amar y nunca ser amado… hasta ahora! Después de esto, ella me amará sólo y eternamente a mí. Borraré todo rastro de ti en ella en nuestra primera noche juntos. La haré gritar de placer y se olvidará de ti ¡para siempre!

Chikane le cortó la perorata dando el primer ataque que Souma bloqueo con un mini escudo de metal que sostenía en la otra mano. El moreno empujó a Chikane con todas sus fuerzas y peso, lo que desestabilizó a la princesa heredera haciéndola tambalear… Souma aprovechó el momento y con su espada llegó a cortar parte del brazo izquierdo de Chikane, pero la heredera no se dejó amedrentar ni se quejó por el dolor, blandiendo su espada hacia abajo pinchándole un pie a Souma, quien sólo vestía alpargatas con medias gruesas a la vieja usanza.

– ¡Hija de puta!

Souma retrocedió poniéndose en guardia y aguantándose el ardor de la herida del pie. Chikane entonces aprovechó su propio momento para seguir contraatacando porque le dio la acertada impresión de que Souma iba a volver a hablar, pero sólo para insultarla, hecho que aprovechó sabiamente teletransportándose justo detrás de la sombra y asestándole un espadazo que le atravesó justo debajo del corazón…

– No puede ser… mi Amo Orochi… le… fallé…

Souma trató de mantenerse en pie, pero cayó miserablemente escasos segundos después… Apenas murió, la sombra de Souma, el gigante Orochi, dejó salir un lastimero gruñido y empezó a desaparecer desde su parte de arriba hacia abajo. Chikane entonces asió a Himeko con su brazo bueno, dejando su espada a un lado y luego la abrazó.

– Chikane-chan… lo logramos, ¿verdad?

– Claro que sí, Himeko. Siempre te voy a proteger.

En ese momento la neblina se empezó a despejar y Chikane despertó de la ensoñación inducida.

De vuelta a la Sala del Trono…

Hazuki comprobó que la princesa sangró por la herida que había sufrido en el sueño, aunque en la realidad era apenas un hilillo la lastimadura y no una herida tajante, y que aquella sangre era de color azulado.

– ¡Tenemos a la legítima heredera hecha la nueva reina de Izumo! –anunció gozoso el sumo sacerdote. Chikane se incorporó algo tambaleante, pero Himeko la sostuvo.

–  Felicidades, Chikane-chan. Eres fantástica. No hay nadie como tú. Ahora tenemos que aplicarte una curita y luego tienes que descansar.

–  Gracias Himeko, pero fui capaz de lograrlo porque pensé en nuestro futuro juntas.

– Chikane-chan… –hablaban en susurros mientras se retiraban del salón real.

El imperio anunciado por la sombra de Oogami Souma nunca llegó a concretarse porque los reinos aliados lograron repeler a los extraños invasores mecanizados que venían desde las profundidades del océano con la reina Himemiya Chikane a la cabeza de la defensa del continente. Fue una guerra y era sabido que todas las guerras eran iguales en tanto que sólo traían sufrimiento por sus destrozos y sobre todo por sus asesinatos… Al final, la guerra sólo era un gran siniestro que beneficiaba a unos pocos a costa de la muerte de muchísimos más y por dejar en la miseria a los sobrevivientes. Los invasores mecanizados no venían a descubrir nuevos territorios, sino a conquistarlos. Y, desgraciadamente, los conquistadores no descubrían, sino que sólo destruían… Pero contar los detalles de este cruento evento tan siniestro no tenía mucha razón de ser y, en todo caso, las deidades que querían destruir su propia creación se vieron sorprendidas ante la resistencia de los humanos. Un día, hasta los sucesores de Izumo, por no ver otra forma, dejarían en ruinar a las ciudades sumergidas en los océanos y a las ciudades elevadas en los cielos de las antiguas deidades… pero esta… ya era otra historia…

FIN

Autores: Saizoh y Miko86.

Autor: saizohhh

Soy un traductor de inglés, de portugués, de francés, de japonés y de chino (mandarín) que saca en conjunto con unos/as colaboradores/as fancómics yuri al castellano.

Deja un comentario